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ALFONSO X EL SABIO CONCEDE LA CARTA PUEBLA

El 1 de Junio de 1252, el Rey Alfonso X empezó a reinar y fue alzado sobre el pavés en la mezquita de Sevilla convertida en Iglesia de Santa María. Heredaba el Rey su reinado de su padre Fernando III el Santo, que había conseguido extender el reino desde el Norte peninsular hasta el Guadalquivir.

Durante su reinado será la época en que muchas Villas recibieron su Fuero de Población, época en que la palabra Fuero pasa al lenguaje popular y llega al sentimiento de todos. Las llamadas cartas pueblas son fueros municipales otorgados para atraer población en las nuevas villas de fundación real. La concesión por el monarca de fuero a un lugar, o lo que es lo mismo, el privilegio de «villazgo», suponía una transformación político–administrativa de enorme importancia. Los pobladores de la villa recibían un estatuto jurídico propio, el contenido en el fuero, lo que marca ya un neto contraste con la población rural circundante, y que les permite su propio autogobierno, al asumir competencias judiciales y administrativas similares a las que los oficiales reales, es decir, tenentes, merinos, justicias, etc, ejercían en los territorios no constituidos en villazgos.

Sería Alfonso X quien jalonó de villas dos rutas a las que podríamos llamar fluviales, que unen Gasteiz con la costa guipuzcoana, para fomentar el comercio de la lana:
A) Una ruta sigue el curso del río Oria: Hagurain (Salvatierra), Segura, Ordizia y Tolosa, desembocando en Donostia.
B) Otra ruta que sigue el de Deba: Arrasate y Bergara llegando a Mutriku y Getaria.

Alfonso X el Sabio fundaría, entre 1256 y 1272, doce villas en el País Vasco: cinco en Gipuzkoa (Tolosa, Segura, Villafranca de Ordizia, Arrasate y Bergara) y el resto en Araba (Salvatierra, Santa Cruz de Campezo, Corres, Peñacerrada, Contrasta, Salinillas de Buradón y Artziniega).

La fundación de pueblas reales en tierras alavesas se interpreta también como una erosión al poder de los hidalgos locales, agrupados en torno a la poderosa Cofradía de Arriaga. El primer fuero otorgado por Alfonso X en Araba fue el de Treviño, fechado el 20 de diciembre de 1254. El 23 de enero de 1256 Alfonso X otorgó el fuero de Vitoria a la aldea de Hagurain, que recibió el nombre de Salvatierra. Con esta fundación, el monarca castellano pretendía reforzar la frontera castellana con Navarra, algo que afianzó en los primeros días de febrero de 1256 cuando concedió fuero a Corres y a Santa Cruz de Campezo, con textos prácticamente iguales, que remiten globalmente al Fuero de Logroño.

La siguiente población en recibir la atención del monarca, 16 años después, es ya Artziniega. En 1272, Alfonso X fundó Arceniega, desviándose de aquellas iniciales hacia la costa guipuzcoana, y siguiendo el puerto de Altube que unía Vitoria con la ruta de los puertos Cántabros de Laredo y Castro Urdiales. O quién sabe si rivalizar entre las villas de Orduña y Balmaseda, pertenecientes al Señor de Bizkaia. A la nueva villa le concedió "para siempre damosle e otorgamosle el fuero e las franquezas que han Vizcaya y el concejo de Vitoria”. Apenas podemos deducir de estas palabras otra cosa que Artziniega se hallaban sujeta a una doble influencia jurídica: a la vizcaina por su situación geográfica y colindancia con el Señorío de Bizkaia y a la de Vitoria por su carácter jurídico. A partir de aquí, la villa se regiría por el fuero de Vizcaya para los naturales del lugar y para asuntos tributarios y económicos por el fuero de Vitoria.

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